Ayuda para jóvenes y adolescentes con ansiedad

Ver cómo tu hijo/a lucha con la ansiedad y la presión puede ser una experiencia abrumadora. Como padre o madre, intentas calmarle, pero puede que tus palabras no siempre lleguen como esperabas. Quizás notas a tu hijo/a estresado/a, sobrepasado/a por los estudios, las expectativas o la vida en general. Esto puede dejarte con una profunda sensación de frustración y de no saber cómo ayudarle.
No se trata de presionarle para que sea “más fuerte” o que simplemente “aguante”. Mi enfoque no consiste en ofrecerle soluciones rápidas o consejos superficiales. Lo que hago es acompañarle a gestionar la presión que siente desde dentro, enseñándole a ver sus miedos de otra manera y desarrollando herramientas que le permitan afrontar la vida con más serenidad y confianza en sí mismo/a.
Cuáles son las Señales de Agobio por Presión y Ansiedad en Adolescentes
Las señales de que un adolescente está angustiado por la presión y la ansiedad pueden variar, pero en general incluyen:
Dificultad para dormir
Le cuesta conciliar el sueño o se despierta varias veces durante la noche, lo que afecta su energía y concentración durante el día.
Preocupación constante y pensamientos catastróficos
Tu hijo/a parece estar siempre preocupado/a por algo y tiende a imaginar los peores escenarios ante cualquier situación.
Irritabilidad y cambios bruscos de humor
Se muestra más irritable de lo habitual, con explosiones de mal humor ante situaciones que antes no le afectaban tanto.
Dolores físicos inexplicables
Se queja frecuentemente de dolores de cabeza, de estómago o musculares que no tienen una causa médica clara.
Evitación de situaciones que le generen estrés
Empieza a evitar compromisos, como exámenes, actividades sociales o incluso deportes que antes disfrutaba, por miedo a fallar.
Búsqueda de la perfección
Se exige demasiado a sí mismo/a y parece incapaz de aceptar errores, lo que le lleva a un ciclo de autocrítica y agotamiento.
Si notas varias de estas señales en tu hijo/a, es posible que esté atravesando una fase de ansiedad y angustia por presión que necesita ser abordada para que no se convierta en una carga mayor.
Cómo Afecta la Ansiedad a los Jóvenes y Adolescentes
La ansiedad no solo consume la energía de los jóvenes, sino que impacta en múltiples áreas de su vida cotidiana:
Ámbito Académico
La presión por obtener buenas notas o cumplir con las expectativas puede generar un estrés constante, afectando tanto el rendimiento como la motivación para aprender. Con el tiempo, esto puede llevar a un desgaste emocional que acaba por minar su confianza y su interés en los estudios.
Ámbito Social
Los adolescentes con ansiedad suelen retraerse, evitando eventos sociales o incluso perdiendo el contacto con amigos por miedo a no estar a la altura. Esto no solo afecta sus relaciones, sino que refuerza un ciclo de aislamiento que puede resultar muy difícil de romper.
Ámbito Familiar
La ansiedad puede llevar a un estado de nerviosismo e irritabilidad constante, generando tensiones y malentendidos en casa. Estas fricciones pueden hacer que tu hijo/a se sienta incomprendido/a, aumentando aún más su sensación de soledad y frustración.
¿Cómo Puedes Ayudar a tu Hijo/a a Manejar la Presión y la Ansiedad?
Entender a un hijo/a que está atrapado/a en la ansiedad no es fácil. Puede que ya hayas intentado hablar con él/ella, pero todo lo que obtienes es que se cierre aún más. Cuando alguien está ansioso, los “consejos” bienintencionados pueden sentirse como una presión añadida.
Lo más importante que puedes hacer es ofrecerle un espacio seguro donde pueda expresar sus miedos y preocupaciones sin sentir que tiene que justificarse o demostrar nada. En lugar de empujarle a ser “más fuerte” o “superarlo”, a veces lo que realmente necesita es saber que estás ahí para escucharle, sin juzgar.
A veces, lo que necesitan no son respuestas, sino un oído paciente que no trate de “arreglar” lo que sienten, sino que simplemente esté presente para acompañar.
Situación inspirada en un caso real
Bárbara había sido siempre la alumna modelo, de esas que no se permiten fallar. A simple vista, lo tenía todo bajo control: notas impecables, reconocimiento de sus profesores y un grupo de amigos que la admiraba. Pero en casa, la realidad era bien distinta. Cada vez que se acercaba un examen, Bárbara pasaba noches enteras en vela, repasando una y otra vez hasta el agotamiento.
Las cosas empezaron a desmoronarse cuando, un día, su madre, Laura, la encontró llorando desconsolada en su cuarto. “No puedo más, mamá,” le dijo Bárbara entre sollozos. “Nunca es suficiente, aunque me esfuerce todo lo que pueda.” Laura trató de calmarla, diciéndole que no era necesario que se exigiera tanto, pero Bárbara simplemente no podía bajar el ritmo. Se sentía atrapada en un ciclo del que no sabía cómo salir.
Con el tiempo, la situación se volvió insostenible. Bárbara empezó a evitar salir con sus amigos; rechazaba invitaciones porque sentía que no podía permitirse perder tiempo. Su vida entera giraba en torno a las notas y a la sensación constante de que, si fallaba, todo se derrumbaría. Las noches sin dormir se hicieron más frecuentes, acompañadas de dolores de estómago y ataques de ansiedad que la dejaban paralizada antes de entrar a clase.
“Me asusta verla así,” me confesó Laura en nuestra primera conversación. “Antes era una chica alegre, siempre riendo con sus amigas. Ahora, parece que lleva una carga inmensa encima y no sé cómo aliviarla.” Laura estaba rota al ver cómo su hija se consumía, presa de su propio perfeccionismo.
El Proceso: De la Ansiedad al Autoconocimiento
Cuando Bárbara y yo empezamos a trabajar, lo primero que noté fue el nivel de autoexigencia desmedida que se había impuesto. En nuestra primera sesión, apenas podía mirarme a los ojos; estaba convencida de que yo también la juzgaría si no “cumplía”. Así que, durante las primeras semanas, mi único objetivo fue escucharla, sin intentar solucionar nada de inmediato. Simplemente darle ese espacio que tanto necesitaba para soltar lo que llevaba años acumulando.
Pronto, quedó claro que gran parte de su ansiedad venía de la presión autoimpuesta por ser “perfecta” en todo. Le aterrorizaba la idea de decepcionar a sus padres y a sus profesores. En su mente, un simple error significaba que había fracasado, que no era lo suficientemente buena. Así que, juntos, fuimos desmenuzando estas creencias, ayudándola a cuestionar esa idea de que su valor como persona dependía exclusivamente de sus logros.
Cuando llegamos a la fase de desarrollar estrategias para manejar su ansiedad, nos enfocamos en pasos muy concretos. Antes de cada examen, trabajamos en ejercicios para calmar su mente y soltar esa idea obsesiva de que “todo dependía de ese resultado”. También le animé a probar actividades que la desconectaran del ciclo de presión, como salir a caminar o leer simplemente por placer. Al principio, le costó mucho. Sentía culpa por hacer algo “inútil”, pero poco a poco empezó a notar que podía relajarse sin que el mundo se viniera abajo.
Resultados: Un Cambio Gradual, Pero Sólido
El proceso no fue sencillo, y hubo retrocesos. Hubo días en los que Bárbara volvía a caer en la desesperación, especialmente cuando no obtenía la nota que ella creía que debía conseguir. Pero con el tiempo, empezó a entender que no podía seguir viviendo con ese nudo constante en el estómago. Poco a poco, dejó de castigarse por cada pequeño error y comenzó a disfrutar más de las cosas que hacía.
Aunque sigue esforzándose en sus estudios, ahora lo hace desde un lugar mucho más equilibrado. Hace unas semanas, su madre me escribió diciendo: “No te imaginas lo que ha cambiado. Volvió a salir con sus amigas, incluso se apuntó a una clase de pintura por pura diversión. Ya no está obsesionada con ser perfecta.”
Bárbara sigue en su camino, todavía con días difíciles, pero ha aprendido a manejar la presión sin dejarse consumir por ella. Ya no es esa chica rota que sollozaba en su habitación. Hoy, es capaz de respirar hondo y dar un paso atrás cuando siente que la ansiedad empieza a tomar el control.
¿Necesitas ayuda o apoyo para que tu hijo recupere la motivación?

Conóceme
Eugenio
Acompaño a jóvenes que se sienten perdidos a recuperar su rumbo
Soy Eugenio y mi trabajo es ayudar a los adolescentes a encontrar claridad cuando sienten que están atrapados. No doy discursos ni soluciones prefabricadas, pero sí les ayudo a cuestionarse lo que les está frenando y a ver opciones que no habían considerado.
Trabajo con jóvenes que han perdido la motivación, que sienten que nada tiene sentido o que chocan con todo a su alrededor. A veces, lo que más necesitan no es que les digan qué hacer, sino alguien que les ayude a ver lo que no están viendo.
Si tu hijo está en un momento complicado y no sabes por dónde empezar, podemos hablar. A veces, una sola conversación puede cambiar la dirección de muchas cosas. ¿Probamos?
¿En qué consisten las sesiones de mentoría?
Mis sesiones no son una solución rápida ni un programa de “motivación exprés”. Son un espacio seguro donde tu hijo/a puede explorar sus miedos, aprender a gestionarlos y descubrir que la ansiedad no tiene por qué controlarle. Mi objetivo es que, juntos, encontremos formas más constructivas de enfrentarse a la presión, desde un lugar de mayor confianza y autoconocimiento.
¿Cómo es el proceso?
Escuchar sin juicios
La primera sesión se centra en escucharle. Mi prioridad es que tu hijo/a se sienta cómodo/a para hablar de lo que le preocupa, sin temores a ser juzgado/a. Este es un espacio donde no hay presión por cumplir expectativas. Aquí puede desahogarse sin filtros, algo que rara vez encuentran en su día a día. A menudo, solo el hecho de sentirse escuchado de verdad puede ser el primer paso para aliviar su carga emocional.
Identificar las fuentes de presión
En las siguientes sesiones, le ayudo a identificar qué es lo que le genera tanto estrés. Puede que haya expectativas autoimpuestas, miedo al fracaso o simplemente el peso de querer agradar a los demás. Juntos, desmenuzamos esas cargas. A veces, incluso cosas pequeñas que pasan desapercibidas pueden estar contribuyendo al malestar. Mi objetivo es desentrañar esos nudos internos que le mantienen atrapado en un ciclo de presión constante.
Desarrollar estrategias para manejar la ansiedad
En lugar de intentar eliminar la ansiedad por completo (lo cual no es realista), trabajamos para que tu hijo/a aprenda a gestionarla. Le ayudo a descubrir formas prácticas de calmarse, organizar sus pensamientos y tomar decisiones sin dejarse llevar por el miedo. El objetivo es que, poco a poco, recupere la confianza en su capacidad para enfrentarse a los desafíos que le asustan, aprendiendo a diferenciar entre lo que realmente necesita atención y lo que puede soltar sin culpa.
¿Cómo enfoco el trabajo con tu hijo/a?
No soy un profesor, soy un mentor
Mi rol no es decirle cómo “debería” sentir ni imponerle soluciones. Lo que hago es guiarle para que pueda entender sus propias emociones y aprender a gestionarlas de forma más saludable. La idea es que descubra por sí mismo/a que sus miedos no tienen que definirle, sino que puede aprender a vivir con ellos sin que le paralicen. No se trata de darle las respuestas, sino de acompañarle a que las encuentre por si mismo/a.
Le invito a tomar decisiones valientes
La ansiedad nos paraliza porque tememos equivocarnos y enfrentar lo desconocido. En mis sesiones, le animo a dar pequeños pasos que le saquen de su zona de confort, siempre a su ritmo, sin presiones externas. Puede ser algo tan simple como atreverse a expresar su opinión o intentar una actividad que siempre ha evitado. Lo importante es que, poco a poco, recupere la confianza en sus propias capacidades y sienta que tiene el control sobre su vida.
No se trata de terapia, sino de un espacio para replantearse y avanzar
Aunque utilizo herramientas tanto del coaching como de la psicología, mi enfoque no es clínico ni terapéutico en el sentido tradicional. Es un diálogo en el que se siente libre para explorar quién es y qué quiere, sin etiquetas ni diagnósticos. Mi objetivo es crear un espacio donde pueda reflexionar y avanzar a su propio ritmo, entendiendo que no hay un camino “correcto” para crecer, solo el suyo propio.
Como padre/madre, sé que lo que más deseas es ver a tu hijo/a liberarse del peso que le aplasta, que vuelva a reír y a disfrutar de su vida. No te ofrezco soluciones mágicas, sino un espacio donde pueda aprender a gestionar su ansiedad a su propio ritmo, descubriendo sus propias respuestas.
Colmenar Viejo
Dónde Trabajo
Vivo en Colmenar Viejo y es aquí donde realizo mis sesiones presenciales, en un entorno tranquilo y privado pensado para que los jóvenes se sientan cómodos y puedan expresarse con libertad. No es solo un lugar de trabajo, es parte de mi día a día, lo que me permite ofrecer un acompañamiento cercano y accesible.
Calle de las Higueras, 6. 28770. Colmenar Viejo. Madrid
Si prefieres mayor flexibilidad, también realizo sesiones online, para que podamos trabajar desde donde estéis más cómodos.
Preguntas Frecuentes sobre la Mentoría para Recuperar la Motivación
¿Cuánto tiempo tardará mi hijo/a en notar mejoría con tus sesiones?
El tiempo de mejoría depende mucho de cada joven y su situación particular. No ofrezco soluciones rápidas, ya que mi enfoque está centrado en acompañarle a entender sus emociones y encontrar su propio ritmo para gestionar la ansiedad. Algunos adolescentes empiezan a sentir más claridad y alivio tras unas pocas sesiones, mientras que otros necesitan un poco más de tiempo para explorar sus bloqueos y ganar confianza.
¿Cómo sé si mi hijo/a necesita este tipo de mentoría y no terapia tradicional?
Si notas que tu hijo/a se siente sobrepasado/a por la presión y la ansiedad, pero no presenta síntomas graves (como ataques de pánico intensos o depresión severa), la mentoría puede ser una buena opción. Mi trabajo no se centra en diagnósticos clínicos, sino en ofrecer un espacio para que pueda reflexionar, replantearse sus desafíos y aprender a gestionarlos. Si sientes que necesita un apoyo más profundo, siempre puedo orientarte para buscar ayuda terapéutica.
¿Puedo estar presente durante las sesiones con mi hijo/a?
Las sesiones están diseñadas para que tu hijo/a tenga un espacio seguro donde pueda expresarse libremente, sin preocuparse por lo que los demás puedan pensar. Por esta razón, prefiero trabajar solo con él/ella. Sin embargo, me aseguro de mantenerte informado/a sobre su progreso y, si es necesario, podemos tener sesiones contigo para que también entiendas cómo apoyar mejor su proceso.