Problemas de Conducta en Adolescentes en Colmenar Viejo
¿Sientes que tu hijo/a está fuera de control y no sabes cómo ayudarle?

En la adolescencia, es común que surjan comportamientos difíciles, como explosiones de ira, desafío a la autoridad, mentiras frecuentes o incluso aislamiento extremo. Para los padres, ver cómo su hijo/a se convierte en alguien irreconocible, que responde con gritos, insulta, rompe cosas o cierra la puerta con un portazo, puede ser desesperante y doloroso.
Quizás has intentado hablar con él/ella, has puesto límites o incluso has probado con castigos, pero nada parece funcionar.
En Colmenar Viejo, ofrezco un espacio donde no se trata de “corregir” el comportamiento desde fuera, sino de comprender qué está ocurriendo por dentro. Los comportamientos problemáticos suelen ser una forma de expresar un malestar interno que el adolescente no sabe cómo gestionar.
A través de la mentoría, mi objetivo es ayudarle a entender su propia rabia, frustración o tristeza, y a encontrar formas más constructivas de canalizar lo que siente.
Cuáles son las Señales de Problemas de Comportamiento en Adolescentes
Las señales de que tu hijo/a puede estar luchando con problemas de comportamiento incluyen:
Explosiones de ira y agresividad verbal
Reacciona con gritos, insultos o amenazas ante cualquier intento de autoridad o límites, lo que genera un ambiente tenso en casa.
Aislamiento extremo y cierre emocional
Se encierra en su habitación durante horas, evitando cualquier tipo de interacción con la familia, a menudo con un “déjame en paz” como respuesta.
Desafío constante a las reglas y a la autoridad
No respeta normas en casa ni en el colegio, desafiando a profesores, padres y figuras de autoridad con un “¿Y qué?” o “No me importa”.
Mentiras recurrentes y ocultamiento de información
Miente sobre su paradero, amigos o actividades, y suele ocultar lo que realmente hace, lo que genera desconfianza en casa.
Impulsividad y conductas de riesgo
Se involucra en actividades arriesgadas, como salir sin avisar, consumir alcohol, porros, o frecuentar entornos poco seguros.
Bajo rendimiento académico y falta de interés
Ha dejado de preocuparse por los estudios, llegando al punto de faltar a clase o de tener un rendimiento que no refleja su capacidad.
Si notas varias de estas señales en tu hijo/a, es posible que esté luchando con un conflicto interno que necesita ser abordado antes de que los problemas se agraven.
Cómo los Problemas de Conducta Afectan a los Jóvenes y Adolescentes
Los problemas de conducta en la adolescencia no solo impactan a tu hijo/a, sino también a su entorno, afectando su rendimiento académico, sus amistades y la dinámica familiar. Estas dificultades pueden llevar al adolescente a sentirse atrapado/a en un ciclo de rebeldía, aislamiento y frustración, que resulta difícil de romper.
Ámbito Académico
La actitud desafiante y la falta de autocontrol en clase pueden llevar a un bajo rendimiento y problemas disciplinarios, afectando tanto sus calificaciones como su relación con los profesores. El adolescente puede llegar a desarrollar una sensación de que nunca será lo suficientemente bueno, lo que refuerza su rebeldía.
Ámbito Social
En lugar de aislarse, los adolescentes con problemas de comportamiento tienden a frecuentar amistades que refuerzan sus conductas. Estas nuevas relaciones a menudo promueven comportamientos de riesgo o actitudes desafiantes, lo que les sumerge aún más en un ciclo de autoafirmación negativa. En su intento de encontrar aceptación, pueden alejarse de las personas que les ofrecen un entorno más positivo.
Ámbito Familiar
En casa, los problemas de comportamiento pueden crear un ambiente cargado de tensiones y discusiones constantes. Los padres se sienten al límite, sin saber cómo actuar, lo que a menudo acaba en un ciclo de castigos y reproches que solo empeoran la situación. El adolescente, al sentir que no es comprendido, se encierra aún más en su actitud desafiante.
¿Cómo Puedes Ayudar a tu Hijo/a a Gestionar su Comportamiento?
Entiendo que como padre o madre puede ser tentador recurrir a castigos y restricciones, sobre todo cuando sientes que ya has agotado todas las opciones y estás al límite. Y sí, sé que suena muy bonito decir que hay que escucharles sin juicios y darles espacio, pero cuando te enfrentas a gritos, portazos y comportamientos desafiantes día tras día, es fácil perder la paciencia.
Sé que puede parecer que escucharles y ofrecerles un espacio sin imponer reglas claras es casi como “ceder” o dejar que ganen la batalla. Pero aquí es donde quiero invitarte a ver la situación de otra manera. Los adolescentes que tienen comportamientos desafiantes suelen sentirse atrapados en un mundo que no comprenden ni pueden controlar. A menudo, su forma de actuar no es más que un grito de auxilio que ellos mismos no saben cómo expresar de otra manera.
Cuando optamos por castigar y restringir, muchas veces lo que logramos es reforzar ese ciclo de rebeldía, porque ellos interpretan esos castigos como una confirmación de que nadie les entiende ni se preocupa por lo que realmente les está pasando. Pero entiendo que, desde tu perspectiva, también puede ser difícil quedarte de brazos cruzados cuando ves que tu hijo/a parece estar perdiendo el rumbo.
Lo que propongo no es ignorar el comportamiento ni ser permisivo/a, sino abrir un espacio donde pueda expresar lo que realmente está sintiendo, incluso si al principio no sabe cómo hacerlo de forma constructiva. Al principio, puede ser que lo único que salga sea más rabia o silencio, y eso es completamente normal. Sin embargo, cuando un adolescente percibe que, por una vez, no le estás juzgando ni tratando de “corregirle”, algo empieza a cambiar. Esa apertura no llega de la noche a la mañana, pero puede ser el primer paso para que empiece a tomar responsabilidad por sus propias acciones, en lugar de reaccionar impulsivamente contra el mundo.
Sé que no es un camino fácil ni inmediato, pero permitirle expresar su mundo interno puede ser lo que finalmente rompa ese ciclo de enfrentamientos y os permita, poco a poco, empezar a reconstruir la relación.

Conóceme
Eugenio
Acompaño a jóvenes que se sienten perdidos a recuperar su rumbo
Soy Eugenio y mi trabajo es ayudar a los adolescentes a encontrar claridad cuando sienten que están atrapados. No doy discursos ni soluciones prefabricadas, pero sí les ayudo a cuestionarse lo que les está frenando y a ver opciones que no habían considerado.
Trabajo con jóvenes que han perdido la motivación, que sienten que nada tiene sentido o que chocan con todo a su alrededor. A veces, lo que más necesitan no es que les digan qué hacer, sino alguien que les ayude a ver lo que no están viendo.
Si tu hijo está en un momento complicado y no sabes por dónde empezar, podemos hablar. A veces, una sola conversación puede cambiar la dirección de muchas cosas. ¿Probamos?
¿En qué consisten las sesiones de mentoría?
Mis sesiones no se centran en “enderezar” a tu hijo/a, sino en ayudarle a entender qué hay detrás de sus conductas. Aquí, trabajamos en:
¿Cómo es el proceso?
Escuchar sin juicios
En la primera sesión, mi enfoque no es resolver el problema de inmediato ni dar sermones. Lo que busco es que tu hijo/a se sienta cómodo/a y comprendido/a. A menudo, los adolescentes con comportamientos desafiantes sienten que están en un constante estado de defensa, como si tuvieran que justificarse ante todo el mundo. Mi prioridad es que, al menos aquí, puedan bajar la guardia y empezar a hablar de lo que realmente les duele, sin la presión de tener que encajar en lo que se espera de ellos. Si no quieren hablar en un principio, no pasa nada. No hay prisas. A veces, solo el hecho de estar en un espacio donde no se les juzga ya es un primer paso para abrirse.
Identificar las fuentes de su malestar
Una vez que se sienten más cómodos, empezamos a explorar juntos qué es lo que realmente está detrás de su comportamiento desafiante. No se trata solo de las explosiones de ira o los desplantes; a menudo, estos son síntomas de dolores más profundos que han sido ignorados durante mucho tiempo. Puede tratarse de sentirse insuficiente en comparación con sus compañeros, de cargar con expectativas imposibles o de simplemente sentir que no tienen un lugar en el mundo. Juntos, vamos desentrañando esos nudos emocionales, permitiéndoles poner palabras a lo que llevan tanto tiempo guardando. A veces, es la primera vez que realmente se escuchan a sí mismos expresar lo que sienten.
Desarrollar Responsabilidad Personal y la Libertad de Elegir
El siguiente paso es ayudarles a adquirir responsabilidad sobre sí mismos y sus acciones.Se trata de que comprendan que la verdadera libertad no es la ausencia de límites, sino la capacidad de elegir conscientemente cómo quieren vivir y quiénes quieren ser. Cuando logran interiorizar esta idea, pueden empezar a transformar su vida desde dentro, tomando decisiones más alineadas con lo que realmente desean, en lugar de simplemente reaccionar ante el mundo que les rodea.
¿Cómo enfoco el trabajo con tu hijo/a?
No soy un profesor, soy un mentor
Mi enfoque no es sermonear ni imponer reglas. Acompaño a tu hijo/a a explorar sus propios motivos y a encontrar un sentido de responsabilidad en sus acciones.
No se trata de terapia, sino de un espacio para replantearse y avanzar
Aunque uso herramientas tanto del coaching como de la psicología, mi enfoque no es clínico. Es un espacio de diálogo, reflexión y crecimiento, donde tu hijo/a puede empezar a encontrar sus propias respuestas.
Le invito a tomar decisiones valientes
Parte del proceso consiste en ayudarle a que asuma la responsabilidad de sus actos y a ver que hay otras formas de enfrentarse al mundo sin recurrir a la agresividad o la evasión.
Sé que como padre/madre, lo que más deseas es ver a tu hijo/a encontrar paz consigo mismo/a y en su entorno. No ofrezco soluciones rápidas, sino un acompañamiento que le permita descubrir sus propias formas de gestionar el malestar que lleva dentro, para que pueda reconstruir sus relaciones y recuperar el control sobre su vida.
Caso inspirado en una experiencia real
“A veces siento que mi vida entera es una pelea constante con mi propio hijo…”
Desde que su padre falleció, he intentado ser madre y padre para Izan, pero cuanto más lo intento, más parece que todo se desmorona. Izan ha cambiado tanto que ya no reconozco al niño que solía ser. Apenas pisa la casa; en lugar de eso, se pasa el día en el parque con amigos que ni siquiera conozco. Cuando vuelve, apesta a alcohol y tabaco y trae los ojos rojos de fumar tantos porros que ya no sé ni cómo enfrentarlo. Intento hablar con él, pero cada conversación se convierte en una batalla campal.
“Déjame en paz, ojalá te hubieras muerto tú y no papá”, me gritó la última vez que intenté preguntarle cómo estaba. Esas palabras me desgarraron por dentro, pero ya ni siquiera me permito llorar delante de él. Cada vez que intento poner un límite, él me responde con frases que me hacen pedazos: “Tú no eres nadie para decirme qué hacer, no eres más que una fracasada”, “me cago en ti y en todo lo que dices”.
No me quedo callada; me enfrento a él, pero cada vez que lo hago, terminamos gritándonos, insultándonos, incluso empujándonos, como si fuéramos enemigos mortales. A veces, después de esas peleas, me encierro en el baño llorando en silencio, preguntándome cómo llegamos a esto. Intenté todo lo que se me ocurrió: le quité el dinero, el móvil, intenté castigarlo, hablé con sus profesores, le obligue a acudir a un psicólogo, e incluso acudí a asuntos sociales. Pero nada funcionó; sentía que estaba perdiendo a mi hijo cada día más.
Un último recurso desesperado. Cuando me recomendaron a Eugenio, ya estaba al borde del colapso. Pero sabía que convencer a Izan sería prácticamente imposible. “¿Hablar con otro idiota que no entiende nada? ¡Ni de coña!”, me dijo cuando le mencioné la posibilidad. Pero Eugenio sugirió que le dijera que solo viniera una vez, sin compromiso, simplemente para desahogarse. “Dile que no es terapia, que no hay expectativas, solo una conversación para soltar lo que le pesa, y solo será una”, me dijo Eugenio.
La primera charla: un respiro inesperado. Izan aceptó, y la verdad, creo que lo hizo más como una excusa para no ir al instituto ese día que por interés real. Lo dejé en la puerta esperando que volviera en cinco minutos. Pero, para mi sorpresa, se quedó casi una hora. No sé qué pasó allí dentro, pero cuando volvió, al menos no me insultó ni me gritó. Solo se encerró en su cuarto.
Eugenio me contó que al principio Izan entró desafiante, diciendo que le importaba una mierda lo que otros pensaran. Pero en lugar de corregirle o sermonearle, Eugenio simplemente le escuchó. Le dejó hablar de todo lo que le aprisionaba, sin juzgarle ni intentar corregirle. Y aunque Izan no se abrió del todo, creo que por primera vez se sintió escuchado sin ser juzgado.
El primer atisbo de cambio. Al día siguiente, Izan me sorprendió diciéndome que quería volver. No porque quisiera cambiar, sino porque “al menos ese tío no me habla como si fuera un caso perdido”. No fue un cambio mágico ni rápido. Seguía volviendo a casa oliendo a alcohol, con los ojos rojos y maldiciendo, pero poco a poco, en sus conversaciones con Eugenio, empezó a cuestionarse algunas cosas.
Eugenio no le dijo qué hacer, sino que le hizo ver que él tenía el poder de elegir. Un día, después de una fuerte pelea en la que Izan me había gritado que “nunca serías suficiente para nadie”, vino a mí con una voz más calmada y me dijo: “Voy a intentar ir a clase un par de días, no porque tú me lo pidas, sino porque ya estoy harto de esta mierda”. Fue un pequeño paso, pero para mí significó muchísimo.
Un camino lleno de altibajos No voy a mentir: Izan sigue pasando tiempo en la calle, sigue fumando, y hay días en los que vuelve a ser el chico agresivo y desafiante de siempre. Pero ahora hay momentos en los que se detiene antes de gritar, en los que elige no lanzarme esas palabras que sabe que me destrozan. Incluso ha comenzado a quedarse algunas noches en casa, y aunque no hablemos mucho, hay más de calma en el ambiente y nos permite comunicarnos cada vez mejor.
Lo que he aprendido en este proceso es que no se trata de ganar una guerra contra mi hijo, sino de darle el espacio para que encuentre su propio camino. Gracias a Eugenio, como me dice Izan, ha empezado a entender que la verdadera libertad no es hacer lo que quiera, sino poder decir: “Yo elijo otra cosa”. Todavía estamos lejos de donde quiero estar, pero al menos ya no siento que estoy completamente sola en esta lucha y que la trayectoria ha cambiado, ahora vamos en otra dirección mucho mas esperanzadora.
Colmenar Viejo
Dónde Trabajo
Vivo en Colmenar Viejo y es aquí donde realizo mis sesiones presenciales, en un entorno tranquilo y privado pensado para que los jóvenes se sientan cómodos y puedan expresarse con libertad. No es solo un lugar de trabajo, es parte de mi día a día, lo que me permite ofrecer un acompañamiento cercano y accesible.
Calle de las Higueras, 6. 28770. Colmenar Viejo. Madrid
Si prefieres mayor flexibilidad, también realizo sesiones online, para que podamos trabajar desde donde estéis más cómodos.
Preguntas Frecuentes sobre la Mentoría para Recuperar la Motivación
¿Cómo puedo ayudar a mi hijo/a a asumir más responsabilidad sin que sienta que le estoy presionando?
Entiendo que como padre o madre puede ser complicado no caer en sermones o imposiciones, especialmente cuando quieres que tu hijo/a tome mejores decisiones. En nuestras sesiones, trabajamos en que tu hijo/a encuentre sus propias razones para asumir responsabilidad, sin que sienta que le estás obligando. Una clave es darle el espacio para que reflexione sobre las consecuencias de sus acciones, en lugar de imponerle tus expectativas.
¿Qué pasa si mi hijo/a se sigue negando a reconocer sus errores?
Es natural que al principio se resistan, especialmente si están acostumbrados a culpar a otros por lo que les ocurre. Mi enfoque no es forzarles a admitir sus errores, sino ayudarles a explorar cómo sus decisiones impactan en su vida. Poco a poco, empiezan a entender que la verdadera libertad no es hacer lo que quieran, sino elegir conscientemente sus acciones y vivir con las consecuencias.
¿Cuánto tiempo se necesita para que mi hijo/a empiece a tomar decisiones más responsables?
No hay una respuesta única, ya que cada adolescente tiene su propio ritmo. Sin embargo, al centrarnos en despertar su conciencia y su capacidad de elección, muchos jóvenes empiezan a mostrar cambios sutiles desde las primeras sesiones. El objetivo no es un cambio rápido, sino un proceso continuo en el que tu hijo/a descubra que puede elegir otra forma de actuar y tomar el control de su vida.