
Cuando ya no hay discusiones, pero tampoco hay ganas.
Cuando las palabras que antes ilusionaban ahora resbalan como si no importaran.
Cuando ves a tu hijo o hija pasar los días sin impulso, sin horizonte, sin hambre de nada.
Es fácil empezar a preguntarse en qué momento perdió esa chispa.
Y todavía más fácil sentir que te estás quedando al margen, mirando cómo se apaga poco a poco.
Intentas animarle.
Intentas marcar objetivos, abrir puertas, ofrecer caminos.
Pero cada intento parece rebotar contra un muro invisible de desinterés o apatía.
No llegas aquí porque no hayas hecho lo suficiente.
Llegas porque todavía te importa.
Y no quieres resignarte a ver cómo se pierde algo que en algún momento fue tan vivo.
Cuando la motivación se apaga
Al principio pensaste que era una racha.
Un mal momento en los estudios, un enfado pasajero, una etapa de cambios.
Pero con el tiempo, esa falta de ganas se ha ido asentando.
Cada propuesta recibe una respuesta indiferente.
Cada intento de diálogo acaba en monosílabos, evasivas o silencios.
Lo que antes le ilusionaba ahora parece darle igual.
Actividades, amistades, pequeños proyectos… todo parece pesar demasiado.
No hay grandes discusiones, pero tampoco hay movimiento.
No hay grandes conflictos, pero tampoco hay planes ni impulsos.
Y tú te debates entre empujarle para que reaccione o dejarle espacio para que encuentre su camino.
Entre preocuparte en silencio o intervenir sin saber si vas a empeorar las cosas.
No es falta de amor.
No es falta de implicación.
Es que cuando un hijo se apaga, también a uno se le encoge algo por dentro.
No tienes que forzarle ni rendirte
Cuando ves a tu hijo apagado, la tentación es empujarle a hacer cosas, ponerle metas, tratar de activarle a toda costa.
O, al otro extremo, resignarte y pensar que ya cambiará cuando quiera.
Pero hay otra forma de actuar.
Una forma que no pasa por obligarle a moverse, ni por mirar hacia otro lado mientras se hunde.
Una forma que empieza por reconstruir su impulso interno, no por imponerle objetivos desde fuera.
No se trata de empujar.
Se trata de encender de nuevo algo que hoy está dormido.
Ese movimiento no empieza en las palabras.
Empieza en cómo le miras.
En cómo sostienes su proceso sin prisa, pero sin rendirte.
En cómo le ayudas a reencontrar su dirección sin que la sienta como una carga o una imposición.
No es rápido.
No es automático.
Pero es real.
Y si empiezas a moverte tú de otra manera, él o ella también puede volver a moverse.
Quién está detrás de este espacio

Me llamo Eugenio, y llevo años ayudando a padres y madres que, como tú, han vivido el dolor de ver cómo su hijo o hija atraviesa momentos de vacío, de bloqueo, de desorientación.
No vengo a motivar a nadie a base de frases bonitas.
Tampoco a forzar cambios a cualquier precio.
Sé lo que es ver a alguien querido perder el impulso.
Sé lo que es sentir que, por mucho que intentes encender algo desde fuera, nada termina de prender.
Mi forma de trabajar parte de algo más serio:
reconstruir desde dentro el valor de actuar, de querer, de moverse.
No lo hago con técnicas rápidas, ni con fórmulas estandarizadas.
Trabajo desde la relación real: desde la mirada que sostiene, desde la palabra que reta, desde la presencia que no empuja pero tampoco abandona.
No estoy aquí para llenar huecos.
Estoy aquí para ayudarte a abrir caminos que hoy parecen cerrados.
Qué hago aquí (y qué no hago)
No busco convencer a tu hijo de que debería esforzarse más.
No trabajo para empujarle a estudiar, a hacer actividades o a encajar en lo que se espera de él.
Tampoco trabajo para que acepte sin más lo que otros le dicen que debe hacer.
Mi trabajo es otro:
ayudarle a reencontrar un impulso que tenga sentido para él.
Un motivo que no venga de fuera, sino de dentro.
Esto no se logra imponiendo objetivos.
No se logra a base de discursos, premios o castigos.
Se logra cuando el joven empieza a sentir que moverse tiene valor.
Que su forma de estar en el mundo no es indiferente.
Que sus decisiones importan, no solo para cumplir expectativas, sino para sostenerse a sí mismo.
Trabajo contigo también:
→ Para que puedas sostener el proceso sin ansiedad ni exigencia desbordada.
→ Para que dejes de alternar entre empujarle o resignarte.
→ Para que puedas actuar desde un lugar firme, claro y paciente.
No te ofrezco motivación de manual.
Te ofrezco un proceso real de reconstrucción del impulso interno.
Paso a paso. Sin adornos.
Qué implica de verdad el cambio
Recuperar la motivación no es cuestión de encontrar la actividad perfecta, ni de dar con la palabra justa que lo cambie todo.
El cambio real empieza mucho más abajo:
cuando tu hijo deja de moverse por obligación o inercia,
y empieza a querer moverse porque siente que su vida le importa.
Esto no sucede en una sesión ni en una semana.
Implica momentos de vacío donde parece que no avanza.
Implica frustraciones, retrocesos, silencios largos.
Implica sostener su proceso sin intentar forzar resultados inmediatos.
El cambio real no es visible enseguida.
No es espectacular.
Es sutil: un pequeño gesto, una decisión que antes no tomaba, una chispa que vuelve a encenderse en un gesto cotidiano.
Más que buscar cambios externos, trabajamos para reconstruir algo que le dé sentido interno a sus movimientos.
Algo que le ayude a querer actuar, no solo a reaccionar.
Es un proceso serio.
Pero es posible.
Qué puedes esperar si decides dar el paso
No puedo prometerte que tu hijo recuperará las ganas de un día para otro.
No puedo garantizarte que cada conversación se llene de entusiasmo de repente.
Lo que sí puedo ofrecerte es esto:
→ Claridad para entender mejor qué está pasando por dentro, más allá de la apariencia de pasividad o desinterés.
→ Herramientas reales para sostener su proceso sin caer en el impulso de empujar o abandonar.
→ Un espacio firme donde su impulso pueda empezar a reconstruirse, no como una exigencia, sino como una necesidad interna.
Aquí no vas a encontrar discursos motivacionales, retos semanales ni técnicas de activación rápida.
Vas a encontrar un proceso serio, que respeta los tiempos reales de cambio y sostiene lo que merece ser sostenido.
No se trata de que tu hijo haga más cosas.
Se trata de que vuelva a querer moverse.
Y si decides dar ese primer paso, encontrarás un espacio firme desde el que sostener su proceso de reconstrucción.
Antes de dar el primer paso, saber dónde pisas
Tomar una decisión ya es un esfuerzo.
Y cuando se trata de algo importante —como empezar un proceso emocional—
también importa saber con qué cuentas, cómo será, qué puedes esperar.
Prefiero explicarlo desde el principio, con claridad.
Porque lo que propongo no es una sesión suelta,
es el inicio de un camino que merece ser tratado con honestidad.
La primera sesión cuesta 60 € y dura una hora y media.
Es tiempo necesario. No se puede hacer en menos.
No creo en empezar algo importante con prisas.
A partir de ahí, cada sesión cuesta 45 € y dura una hora.
Lo suficiente para que esto sea sostenible para mí
y también accesible para quien de verdad quiere avanzar.
No hay paquetes cerrados.
No hay compromisos a largo plazo.
No trabajo con descuentos ni ofertas especiales.
Avanzamos paso a paso,
respetando el ritmo de tu hijo, el tuyo,
y lo que vaya pidiendo el proceso.
Cada proceso empieza distinto.
A veces primero con los padres, a veces con el hijo.
Depende de la situación, de lo que se ve, de lo que se necesita.
Aquí no hay moldes. Hay escucha real.
Dónde puedes encontrarme en Colmenar Viejo
Dirección: Calle de las Higueras, 6. 28770. Colmenar Viejo. Madrid.
Trabajo en Colmenar Viejo, en mi casa, un espacio sencillo y tranquilo.
Un lugar pensado para que las conversaciones importantes puedan darse sin prisa y sin ruido.
No es una consulta fría.
No es un despacho donde pasar el rato.
Es un espacio real, parte de mi vida diaria, donde trabajamos en serio lo que importa.
Aquí no seguimos protocolos vacíos.
Aquí nos sentamos, escuchamos, miramos lo que duele, y buscamos juntos cómo volver a moverse.
Cuando ves que tu esfuerzo ya no basta, es momento de actuar distinto.
No necesitas tener todas las respuestas para dar un primer paso.
No necesitas esperar a que la situación sea insostenible.
A veces, basta con decidir que merece la pena actuar de otra manera.
Que el respeto, la responsabilidad y el valor de moverse siguen valiendo más que el miedo, la rabia o la resignación.
Si crees que ha llegado ese momento, aquí tienes un lugar donde empezar a construirlo.
Sin prisa.
Sin adornos.
Pero con toda la seriedad que merece sostener el movimiento que todavía es posible.
Si quieres, puedes escribirme o llamarme directamente:
Otras situaciones donde puedo ayudarte en Colmenar Viejo
Si lo que te preocupa tiene otra forma o avanza por otro lado, estos son otros caminos en los que también podemos trabajar.
→ Problemas de conducta y conflictos familiares en adolescentes
→ Falta de motivación y desinterés por todo
→ Baja autoestima e inseguridad
→ Estrés y sensación de agobio
→ Ansiedad en adolescentes
→ Dificultades para socializar y hacer amigos
→ Uso excesivo del móvil, redes y videojuegos
→ Reconstrucción familiar en momentos de bloqueo
¿Buscando un psicólogo para tu hijo en Colmenar Viejo?
Quizá te interese conocer una alternativa real basada en movimiento y dirección, más allá del diagnóstico:
→ Descubrir otra forma de ayudar a tu hijo en Colmenar Viejo